Clint Eastwood tiene unas cuantas obras maestras en su carrera y es junto con John Wayne, el rostro de un género. Muchos lo llaman el último director clásico, y no porque sea viejo -pues hay muchos cineastas con canas- sino porque su estilo es muy tradicional.
Trabaja mucho con los actores, suele utilizar una cámara invisible como recurso interpretativo y no ha tocado un guión en su vida. Y aún así es uno de los grandes autores del cine, porque si algo se le da bien al bueno de Clint es escoger historias para contar. Por eso es tan interesante que exista una película como GRAN TORINO.
Esta película no solo es una obra maestra del séptimo arte, sino que también podría suponer un glorioso cierre a una brillante carrera. Y aunque es cierto que ha seguido haciendo cine después y ha mantenido un nivel decente, no ha hecho nada parecido desde entonces.
Cuando hablamos de que utiliza una cámara invisible nos referimos a que no llama la atención sobre sus planos como hace Spielberg, por ejemplo. Es una puesta en escena sobria, donde el trabajo está en los detalles sutiles: la interpretación de los actores, la fotografía, los elementos que componen la imagen… y aunque no nos fijemos, Eastwood nos está hablando constantemente sin decir una sola palabra con cada plano.
Para demostrarlo vamos a analizar simplemente las 2 primeras escenas de la película.
ESCENA 1
La película abre en un funeral en una iglesia, lo cual sirve para establecer unas cuantas cosas que se nos cuentan tan solo con lo que se nos muestra en pantalla:
ESCENA 2
Pasamos a su casa, con toda la familia comiendo, y tras literalmente 10 segundos, tenemos de nuevo más información.
Todo esto son tan solo los 6 primeros minutos de la película. Brillante.
Prácticamente todo lo que aparece en la película aparece por algo, tiene un sentido y es coherente con la trama. Y luego están los pequeños detalles, como la fotografía.
El director de fotografía es el mismo que ha trabajado en Million Dollar Baby o Banderas de nuestros padres, y utiliza ese mismo estilo de colores apagados y luces contrastadas. Pero también tiene una lógica.
Eastwood es amargo. Cuenta historias grises sobre personajes oxidados, y hasta el color nos lo está diciendo.
La narrativa de esta película es simplemente soberbia, delicada, cuidada hasta el extremo y siempre inteligente. Eastwood sabe qué quiere contar y cómo quiere contártelo.
Gran Torino es una película que merece varios visionados, simplemente para entender toda la magia de los temas que propone, para descubrir todos los secretos que atesora… Gran Torino es una película perfecta. Una película que si aún no has visto, ya sabes lo que tienes que hacer.